Mundo Celta




Los celtas, un antiguo pueblo indoeuropeo, alcanzó el apogeo de su influencia y su expansión territorial durante el siglo cuarto antes de Cristo, que se extiende a todo lo largo de Europa desde Gran Bretaña a Asia Menor. A partir del siglo tercero a. C. en adelante su historia es una de decadencia y desintegración, y con la conquista de Julio César de la Galia (58-51 aC), llegó a su fin en el continente europeo.


Runas. El concurso de ocho runas decidía el destino del consultante.




Antiguamente los reyes eran más bien dioses que hombres. El rey garantizaba la  abundancia de las cosechas y los ganados, la paz y la armonía dentro de la sociedad y, a un nivel más elevado, el orden y la estabilidad del cosmos. El monarca era la encarnación misma del país, un “rey sagrado”. El rey sagrado sobrevive con fuerza en la tradición asturiana: los cuentos de xanas, moras y encantadas provienen, en casi todos sus detalles, de unos pocos mitos que han quedado registrados en las antiguas fuentes griegas, galesas e Irlanda. La mayoría de estos reyes eran descendientes de la unión entre xanas o magas y nobles guerreros. Igualmente, muchas casas nobles de Europa trasladan sus ancestros a este tipo de uniones, en las que el mundo espiritual y el mundo material se unen para mantener el equilibrio entre ambos mundos.


Espíritu celta en combate:


«Infundía también terror la vista y movimiento de los que se hallaban desnudos en la vanguardia, ya que sobresalían en robustez y bella disposición. Todos los que ocupaban las primeras cohortes estaban adornados de collares de oro y manillas; a cuya vista los romanos, ya se sobrecogían, ya estimulados con la esperanza de rico botín, concebían doblado espíritu para el combate. Después que los flecheros romanos avanzaron al frente, según costumbre, para disparar espesas y bien dirigidas saetas, a los galos de la segunda línea les sirvieron de mucho alivio sus sayos y calzones; pero a los desnudos de la vanguardia, como sucedía el lance al revés de lo que esperaban, este hecho los colocó en grande aprieto y quebranto. Porque como el escudo galo no puede cubrir a un hombre, cuanto mayores eran los cuerpos, y éstos desnudos, tanto más se aprovechaban los tiros. Finalmente, imposibilitados de vengarse contra los que disparaban, por la distancia y número de flechas que sobre ellos caía, postrados y deshechos con el contratiempo, unos furiosos y desesperados se arrojaron temerariamente al enemigo y buscaron la muerte por su mano, otros se refugiaron a los suyos, hicieron público su temor y desordenaron a los que estaban a la espalda. De esta forma fue derrotada la altivez de los "Gesatos" por los flecheros romanos. Lo mismo fue retirarse los flecheros y salir al frente las cohortes, que venir a las manos los insubrios, boios y tauriscos, y hacer una vigorosa resistencia. Cubiertos como estaban de heridas, mantenía a cada uno el espíritu en su puesto. Sólo había la diferencia que eran inferiores, tanto en general como en particular, en la estructura de las armas.»

                                                            Polibio, Historias, I, II, VIII




DRUIDAS Y MAGOS.












«Los druidas (porque así se llaman estos magos) no tienen nada más de sagrado que el muérdago y el árbol que lo soporta, siempre suponiendo que el árbol sea un roble(...) pero ellos sólo eligen arboledas compuestas de robles para buscar el árbol, y nunca realizan ninguno de sus ritos excepto en la presencia de una rama de él (...) De hecho creen que todo lo que crece sobre él ha sido enviado desde el cielo y es una prueba de que el árbol fue elegido por el dios mismo. Sin embargo, el muérdago se encuentra rara vez sobre el roble, y , cuando se encuentra, se recoge con la debida ceremonia religiosa, si es posible en el sexto día de la Luna (...) ellos llaman al muérdago por un nombre significativo, en su lengua, el que todo lo cura. Habiendo hecho los preparativos para el sacrificio y un banquete debajo de los árboles, ellos traen allí dos toros blancos, cuyos cuernos atan entonces por primera vez. Vestidos con ropas blancas, los sacerdotes ascienden al árbol y cortan el muérdago con una hoz de oro y lo reciben otros con una capa blanca. Luego matan a las víctimas, rogando a dios que otorgue este don propicio a aquellos a los que él ha admitido. Tales son los Ellos creen que el muérdago, tomado como bebida, imparte fecundidad a los animales estériles y que es un antídoto para todos los venenos. sentimientos religiosos que han mantenido muchas personas respecto a cosas sin importancia»

Plinio el Viejo, Historia Natural, XVI, 249












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