Valencia

En la novela, los protagonistas pasan por diferentes lugares de Valencia y, de esos lugares, estos son algunos:


Las torres de Serranos. Majestuosas.

Esta lápida está a espaldas de la Iglesia del Temple, en Valencia, y se puede leer lo siguiente:
SITIO DE LA TORRE Y PUERTA BAB-EL-SCHADCHAR
LLAMADA DESPUÉS DEL TEMPLE
DONDE TREMOLÓ EL PENDÓN REAL EN LA CONQUISTA
EN 9 DE OCTUBRE DE 1238
CONCEDIDA POR EL INVICTO REY D. JAIME
A LOS TEMPLARIOS
CONSERVADA POR LA ORDEN MILITAR DE MONTESA
Y DEMOLIDA PARA ENSANCHE DE LA CIUDAD EN 1865.
LOS CABALLEROS DE MONTESA PARA MEMORIA.


Zona templaria de Valencia.


La Plaza de la Virgen, un rayo de luz en la vida valenciana.

El Miguelete o "Micalet", la torre de la Catedral.

Dentro de la Catedral se encuentra la Capilla del Santo Cáliz,
que contiene el único y verdadero Cáliz de Cristo, el conocido Santo Grial.



El Cáliz, con su autenticidad arqueológica y su tradición exenta de elementos maravillosos, nos remite a la época de Jesús y nos recuerda la institución de la Eucaristía como momentos históricos que transcienden el tiempo y llegan hasta nosotros como misterio de salvación. Así lo vivimos cuando la sagrada reliquia se traslada desde su preciosa capilla, la antigua sala capitular (siglo XIV), hasta el altar mayor en la celebración de la Santa Misa en la Cena del Señor, el Jueves Santo y en la fiesta solemne del último jueves del mes de octubre.
Este es el mensaje que se desea proclamar desde la Catedral de Valencia, con el apoyo de beneméritas asociaciones como la Real Hermandad y la Cofradía del Santo Cáliz, de la que soy miembro, que, junto con el Cabildo Metropolitano, mantienen el culto y la difusión de la devoción al Santo Cáliz, que se expresa en las peregrinaciones de parroquias y entidades religiosas y cívicas, todos las semanas, en la celebración de los “jueves del Santo Cáliz”.




L´Iber Museo de los soldaditos de plomo. Valencia.
http://www.museoliber.org/Centro_Cultural_LIber/Inicio.html

D. Álvaro Noguera Giménez, a principios de los años 80, puso en marcha su ansiado proyecto de instalar un museo de miniaturas. Antiguos juguetes conservados desde su niñez, y su condición de ferviente coleccionista, dieron origen al más de un millón de piezas que, aproximadamente, posee el museo como material artístico en exposición, almacenados o en restauración en sus talleres. El sueño de este coleccionista se hizo realidad al abrirse al público en 2007, L’Iber, Museo de los soldaditos de plomo, un año después de su fallecimiento. Más de veinticinco años fueron necesarios para abrir el que hoy se puede considerar sin lugar a dudas como el mayor y más completo museo de figuras históricas en miniatura del mundo, tanto por el número de piezas, como por la variedad de marcas y su calidad.

Este es un fragmento de la novela del paso de los protagonistas por L´Iber, Museo de los soldaditos de plomo:
"-   ¿Sabes que los griegos ganaron a los persas cuando aquellos sólo tenían cuarenta y cinco mil hombres frente a los ciento cincuenta mil persas? –le dijo Álvaro a Belinda.
-       ¿Conoce usted esta batalla? –le preguntó a Álvaro uno de los hombres que estaban con las vitrinas.
-         No mucho, sólo de recuerdos vagos que tengo. ¿Y usted?
-         Por supuesto, soy el conservador del museo, -dijo en tono amable.
-       ¡Ah! Muy bien. Entonces podría decirnos cuál fue la clave que hizo que Alejandro Magno ganase la batalla a Darío.
-       Hubo varias causas que decantaron la victoria para Alejandro. Una de ellas fue que Darío formó su ejército un día antes, escogiendo además el campo de batalla. Con esto, Alejandro pudo ver el orden de batalla enemigo y concebir la táctica militar que iba a emplear, dada la superioridad numérica de los persas.
-         Vaya, parece un poco torpe por parte de un rey.
-       Darío tenía el título de rey de reyes, - precisó el conservador. –Y sí, fue una torpeza. Olvidó el efecto sorpresa que, en una batalla, es media batalla ganada. Además, al tener formado a todo su ejército un día antes, no reparó en la comida ni en la bebida para tantos soldados y caballos. Esa fue otra causa. Si los caballos no beben agua, si los soldados están sedientos y hambrientos, cuando se inicia la batalla no tienen fuerzas y, en consecuencia, luchan peor y con menos convicción, -explicó, mientras Belinda escuchaba atentamente ese dato. – Esto también les pasó a los cruzados en otra batalla, en Tierra Santa, quince siglos después.
A Álvaro le llegó al alma aquella comparación. Sabía que se trataba de la batalla de los Cuernos de Hattin, donde el calor y la falta de agua debilitaron tanto a los cruzados, entre los que había numerosos templarios, que el ataque de Saladino fue demoledor. Perdieron esa batalla y, con ella, fueron perdiendo todas las plazas que ocupaban en Tierra Santa, incluida Jerusalén. El agua gana batallas, pensó.
-   También, -continuó el conservador-, está el hecho de que los macedonios hablaban la misma lengua, el griego. Mientras que en el bando persa se hablaban distintas lenguas, debido a la extensión del imperio persa, que abarcaba desde Egipto a la India. ¿En cuantos idiomas había que transmitir las órdenes en plena batalla? Era imposible coordinar un ataque o una defensa en esas condiciones, -dijo acercándose a la maqueta de la batalla-. ¿Ven el ataque de Alejandro? Es este, -señaló una figura a caballo–. Es el momento de la batalla en que Alejandro vira hacia la izquierda para atacar el centro de la línea enemiga, donde se encontraba Darío. En los carteles que tienen aquí se explica la táctica empleada por Alejandro y otras cosas más. Les dejo que disfruten de su visita. Ahora tengo que atender otros asuntos. Gracias por venir.
-     No, gracias a usted por su impecable explicación, -dijo Álvaro.
-   Encantado de haberles sido de alguna utilidad, -dijo el conservador marchándose hacia otra sala del museo.
Belinda y Álvaro se quedaron mirando la representación de aquella batalla. Los soldados y la guerra, la victoria y la derrota. Siempre ocurre lo mismo. En una guerra, todos pierden. Sólo queda la gloria del vencedor y, quizá en aquella época, Alejandro buscase su gloria con sus guerras. Y será por eso que hoy se le recuerda con toda su gloria. Hasta los Césares romanos acudían a su tumba en Alejandría para contagiarse de su espíritu  e investirse de su poder.
Álvaro comparaba con Hattin. El agua, su ausencia, había provocado la derrota de aquellos que la separaron de sí. Ni los persas habían bebido en Gaugamela, ni los templarios en Hattin. Y ambos, fueron derrotados. Qué importante es el agua en tiempos de guerra, pensaba Álvaro."



Masía El Ferrajón . Chiva.
http://www.masiaelferrajon.com/
Después de visitar los lugares mágicos de Valencia, hay que reposar la mente y el cuerpo en un lugar tan precioso como este.
En el capítulo denominado "Regeneratio" de La xana de la fuente se encuentra esta escena:
"Hacía una temperatura agradable. Fresca pero agradable. Tomaron la carretera a Madrid y, llegando a la altura de Chiva, salieron de la autovía. Por una rotonda, se desviaron a un camino entre campos. Siguieron las indicaciones hasta llegar a una masía en medio de naranjos.
Salieron del coche y respiraron el aire. La brisa trasportaba los aromas de la tierra, del azahar. Tres perros salieron a dar la bienvenida. Les ladraban con buen tono. Enseguida salió un hombre, que se dirigió a ellos.
-         Buenas tardes, - dijo el hombre, apartando los canes.
-         Buenas tardes, tenemos reservada una habitación a nombre de Álvaro Carreño.
-         Ah sí. Síganme, por favor, -les indicó.
-         Es la habitación de la terraza.
-         Perfecto, señor. Es la mejor. Ya está preparada, -comentó con orgullo.
Entraron en la casa, donde dieron sus datos. El hombre les llevó hasta la habitación en el piso de arriba. Introdujo la tarjeta en la cerradura y abrió la puerta. La chimenea estaba encendida, la cama protegida con una mosquitera transparente y las contraventanas abiertas. Pasaron al interior y echaron un vistazo. El cuarto de baño tenía un jacuzzi. La terraza miraba a la montaña. Se notaba que había sido decorada con gusto y ciertos lujos.
-         Si necesitan cualquier cosa, no tienen más que apretar el timbre.
El hombre se retiró y los dejó solos. Belinda miraba la habitación. Era el sitio ideal para una noche de amor. Pero aún no era el momento. Necesitaba pasear por el campo antes de que anocheciese.
-         ¿Damos una vuelta? – preguntó ella.
-         Bien, vamos.
Salieron de la casa al jardín, y respiraron la fragancia de las rosas mientras lo cruzaban. Unos pinos altos tapaban el cielo. Llegaron a la era donde encontraron un camino entre los naranjos, cuyos frutos estaban aún verdes. El camino parecía conducir a la montaña. Fueron caminando por él, mientras conversaban cogidos de la mano. El aire soplaba levemente.
-         Esto es precioso, -dijo ella.
-         Sí, es muy bonito. Es un paraíso con todas las comodidades. ¿Te gusta la habitación?
-         Sí, mucho.
-         Estupendo, entonces hemos acertado.
-      Totalmente, - dijo Belinda, mirando a Álvaro, como si se hubiese hecho realidad una premonición.
Belinda miró al suelo para pensar. Pensaba en su tierra, la comparaba con aquel campo. Muy distintos eran uno y otro. Pero el aire, el aroma del campo por el que paseaba, le transmitía paz y bienestar. Le parecía que era como hacer un paréntesis en su trajín cotidiano, encontrándose a sí misma. Y andar, recorriendo el camino mientras se piensa, le encantaba. Escuchaba lo que le transmitía el aire al pasar por la tierra que veía. Podía sentirlo. Respiró y siguió caminando".


TRADICIONES VALENCIANAS EN IMÁGENES







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