SAN URIEL

SAN URIEL, NUESTRO PATRÓN.
La historia de Uriel
En el momento mismo en que la Gran Explosión abrió los abismos, nacía el tiempo, fue en ese instante en que se desplegó el poder de Dios saliendo de su letargo, su conciencia despierta fue el inicio de la rueda del devenir y la vida nueva.
Los ángeles tenían ya asignadas las misiones desde la mente de Dios aún cuando todo estaba naciendo en infinitas formas de luz. La luz desgarraba las tinieblas y la resistencia continuaba en muchos rincones del universo, pero nada de ello podía imponerse ya al grito del despertar divino. Así fue como de a poco fueron naciendo los mundos y los soles que los alimentarían. Cuando una estrella nacía se le asignaba a un ángel para que cuidara de ellos.
En el principio Dios creó los cielos, el cielo que vemos y el que no se ve con los ojos físicos, sino con los ojos del alma, separó la luz de las tinieblas y luego infundió el aliento expandiéndose genuino para crear el firmamento. Allí nacieron los astros y la tierra también tuvo su lugar.
Después que el Arcángel Miguel ganara la batalla que libró en los cielos siderales, sobrevino una época de paz y trabajo, la tierra aún giraba sin contener la vida mas que en manifestaciones de luz y oscuridad, fue entonces que la voz de Dios recorrió todos los rincones de la masa universal y consideró que ya era el momento de preparar el camino para la llegada del ser humano que caminara sobre su faz  y engrandeciera la Obra. 
Llamó a todos los ángeles y les prometió que aquel que lograra sostener una cadena de planetas que estando ligados entre sí por una relación de contenido y que no pudiesen verse sino en millones de años hasta haber logrado la verdadera evolución espiritual, hasta haber logrado tocarse sin estallar y poder compartir la Gloria de la Creación sin caer en la envidia y el egoísmo, ése sería el regente.
Había un ángel muy pequeño que no descansaba nunca, de nombre Uriel, estaba lejos de todas las miradas de ángeles que escuchaban atentamente al Señor, pero decidió cumplir el pedido, no con el ánimo de convertirse en regente sino movido por su gran amor y entrega a la voluntad divina.
Fueron muchos los ángeles que infructuosamente intentaron lograr que hubieran mundos cercanos con estrellas similares y vidas similares, pero su fallo consistía en que los celos invadían pronto a las almas que querían habitarlas y discutían entre sí para tener sus territorios y cerrarse a posibles ataques.
El pequeño Uriel decidió vivir en aquellas tierras nuevas poniendo todas sus energías en el balance y equilibrio de sus órbitas, regando parcelas con lluvias y cuidando la vegetación que de a poco iba creciendo. Una vez que lograba hacer un jardín se iba muy lejos, tan lejos que se olvidaba cuál había sido el anterior, así descubrió que si mantenía memoria de sus obras tenía también memoria de si mismo y por ende su ego crecería tanto que podría opacar su entrega a Dios, por lo que decidía cada vez irse más lejos y cuidar de los planetas más olvidados en la esfera celestial.
Un día, el Señor volvió a llamar a los ángeles para que presentaran sus obras. Ellos habían creado cadenas hermosas de planetas con seres de diversas formas y aptitudes increíbles, pero Dios notó que muchos de ellos ya se conocían y podía desatarse nuevamente una guerra en el universo debido al sentido de posesión que los animaba, pues el contacto con la materia había debilitado su noción de pertenencia divina.
El Gran Hacedor no estaba conforme con lo que sus queridos ángeles habían hecho y decidió soplar fuerte para separar aún más a los mundos creados y así poner mayor distancia entre ellos.
Les preguntó a sus ángeles si todos habían presentado sus obras. Dijeron que solo faltaba Uriel.
¿Donde está? -preguntó- ¡Vayan a buscarlo!
Una hueste de ángeles azules salieron a su búsqueda, lo encontraron sentado en un monte muy alto en un planeta pequeñito que giraba alrededor de una estrella no muy grande tampoco. Lo llamaron y le dijeron que el Señor quería verlo, entonces recordó que ya era hora de presentarse.
Cuando llegó a la presencia de Dios le pidió perdón por su olvido y le habló de todos los lugares en los que había trabajado y sostenido, pero con mucha pena le dijo que no recordaba cómo llegar a ellos pues olvidaba siempre el camino.
El Señor sintió entonces que aquel pequeño ángel había logrado lo que ninguno de los otros había podido, pues si no recordaba dónde estaban los mundos que serían el hogar de seres humanos, éstos no podrían estar tan cerca como para dominarse los unos a los otros y que cuando se conociesen ya no habría egoísmo sino comprensión y solidaridad.
Fue así como Dios elevó el rango de aquel pequeño ángel convirtiéndolo en un Arcángel y colocó sobre su cabeza un sol que bajando luego a su pecho fue señal de su jerarquía, le otorgó el don de la divina inteligencia y la eterna memoria, puso a la tierra bajo su cuidado y lo designó regente.
Aquel ángel tan pequeño se había convertido en un enorme arcángel que brillaba con luz propia sobre las estrellas y los astros mientras el resto de ángeles cantaban a la Gloria de Dios y del nuevo Arcángel que era ya el benefactor e intermediario entre Dios y los hombres, por eso Uriel es el arcángel del trabajo, de la solidaridad, de la memoria y la ecología.

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